La política exterior de cualquier país del mundo está basada en los principios, normas y valores establecidos en la constitución de cada república. Estas cartas magnas se fundamentan en los tratados, convenciones y acuerdos ratificados por el Derecho Internacional. Y nosotros como representantes de una de las misiones consulares, y que estamos en el deber de promover nuestra tierra, somos el producto de un “país que existe en el mundo, colocado en el mismo trayecto del sol y las estrellas, oriundo de la noche inverosímil de azúcar y alcohol”, como describe nuestro más emblemático poeta nacional, Don Pedro Mir, en el poema nacional, “Hay un País en el Mundo”.

Un país hermoso rodeado de mares, con un excelente clima tropical de mayo a octubre, trayendo las más cálidas brisas que nos acarician desde la parte oriental de la isla, para convertirnos en un paraíso turístico; los vientos alisios que soplan desde el noroeste de noviembre a marzo, acompañados de la lluvia que refresca el exuberante paisaje que contrasta con parte de la región del sur, casi árida, para así completar la diversificación climatológica de nuestra hermosa República Dominicana.

Nuestra bella isla posee como su más valioso tesoro la calidez de su gente. Quienes nos visitan dan testimonio de un pueblo que recibe con amor, humildad y mucha hospitalidad a aquellos que nos eligen como su destino para tener una experiencia inolvidable. Este no es un acto ensayado ni inducido en nuestra población por meros intereses turísticos. Esto representa nuestra identidad como pueblo; está en nuestro ADN caribeño, se encuentra en la alegría acústica que se percibe en nuestra música, el merengue, en el cadente remeneo de nuestro cuerpo que inspira la bachata, en lo diverso y sabroso de nuestra industria culinaria, en nuestra forma de expresar la lengua de Cervantes Saavedra. Se ve en la sonrisa de oreja a oreja que es capaz de brindar nuestra gente y en lo ingenioso de la resiliencia del dominicano para vencer y salir de las adversidades que se presentan en el diario vivir.

Somos un pueblo con 10.8 millones de habitantes, de los cuales 2.1 millones están esparcidos por el mundo, buscando el sueño
de mejorar la calidad de vida de los que dejaron atrás. Y con este sueño apegado en el alma vencen todas las vicisitudes por el amor que les brinda el regresar un día victoriosos a su terruño.

Hoy nuestra patria ha decidido pasar la antorcha a una nueva generación de actores políticos, con un líder joven como nuestro presidente Luis R. Abinader, resuelto a recuperar los valores que nos inculcaron los fundadores de nuestra República, y con la más
alta convicción de que nuestros principios y valores morales como sociedad, deben ser el norte en la administración de la cosa pública, y del hombre que se quiera convertir en un servidor público y, así, poder sentirnos orgullosos como dominicanos al mostrar ante la comunidad internacional, la transparencia y honestidad intachable de su Gobierno, lo que garantiza la protección del orden jurídico, la garantía en la inversión extranjera y las reglas claras para todos aquellos que han soñado con una República Dominicana más justa y solidaria.